Mi cuento con anécdota de la infancia
Niño Jesús
Todas
las mañanas se asomaba al balcón y observaba con envidia a sus amigas manejar
la bicicleta, nunca entendió porque no tenía una si era niña buena. En
diciembre escribía la carta: “Querido Niño Jesús, siempre me porto bien,
pregúntale a mi mamá y papá, quiero una bicicleta. Vero”. Pero el tan esperado
regalo no llegaba. Allí va Emilia, la más gordita, esquivando las uvas de playa
derramadas en las aceras.
Allí
va Jaime haciendo caballitos y luciendo a las niñas sus maromas ciclistas para
conquistarlas. Allí esta Sonia que más que dejarse mecer por la brisa gusta de
mantener la bicicleta intacta. Un día revisó sus ahorros y bajó al
estacionamiento, estaba su amiga. “Oye Emi, ¿me alquilas tu bici por unas
horas? Te doy un “fuerte” si me dejas dar una vuelta”. Emilia se la entregó. Contenta Verónica, se
iba alejando de su vista tomando la bicicleta por los manubrios y ocultando su
miedo. Lo intentó, sudaba, se caía, sus
rodillas y codos estaban llenos de raspones pero nada importaba, tenía una bici en sus manos.
Pasaron
tres años y estaba ya resignada a no poseer una bicicleta cuando apareció una
en su balcón. Entusiasta, aunque con miedo miró al estacionamiento y verificó que
no hubiese nadie. Empezó a pedalear, fracaso tras fracaso. Para completar el
cuadro bajo Daniel, el catire grande por el que suspiraba, y mientras reía se
le acercó: “¿No sabes manejar bicicleta? ¿qué te pasó?” Verónica mostró su
pierna herida y el galancito estiró el borde de su franela para limpiar la
sangre; ella ardía entre la vergüenza y cercanía de Daniel. Mientras hacía de enfermero se acercó a su rostro, le
ha robado un beso en los labios, el primero para Vero. Cuando llegó la noche
aún con las piernas y mejillas enrojecidas le ha escrito una nueva carta:
“Gracias, mi Niño Jesús, por demorarte tanto”
María Verónica Gibbs M.
Escritora y poeta de Venezuela
@Guashabita.
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1 comentario:
Gracias Omi, espero lo disfruten. Besos.
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