sábado, 13 de noviembre de 2010

Omira entre nosotros

PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA


OMIRA
ENTRE NOSOTROS
PARA SIEMPRE

Danilo Sánchez Lihón

A.

Omira tiene alma de niña e imagen de flor, de belleza exótica como corresponde por haber nacido en los llanos orientales de Venezuela, en Maturín, Estado de Monagas, muy cerca de las Cuevas del Guácharo y el Delta del Orinoco.

Vino desde Valencia, en donde reside, para participar en Capulí 11, Vallejo y su Tierra, certamen desarrollado en Santiago de Chuco en mayo del año 2009.

Ya le nació en el Perú un libro que se publica ahora con el titulo de “El colibrí y la luna”, habiéndome hecho el honor de partícipar en su edición escribiendo el prólogo que le precede.

La incorporaremos pronto como hija adoptiva de la tierra de Vallejo, como hacemos con todos los seres que llegan a Santiago de Chuco y tienen en el alma  la flor de ser altruistas, generosos, límpidos y vibrar con las emociones que embargaron a César Vallejo.

Y me encanta imaginarla a Omira laborando en una escuela campesina de mi tierra, viviendo para siempre entre nosotros, rodeada de niños, inmersa en esta tierra estremecida y en el corazón de la gente.


B.

Omira, además, tiene alma de ventana, de lápices de colores, del trazo titubeante pero esperanzado, de las silabas de los niños en sus cuadernos.

Pero igual, tiene el alma de lámpara votiva, de torre de campanario, de girasol, pese a que se la ve con gorro y bufanda en el carboncillo que le ha dibujado la mano magistral de Oswaldo Rojas Ruiz, talentoso artista plástico de mi pueblo.

Pero más, tiene Omira todas las sonajas, los cascabeles y las panderetas bajo su piel, para cantar como ella canta.

Sino escuchemos, y bailémoslo, el poema que ha dedicado a Santiago de Chuco:

CANTO A CHUCO

Chuc
Chuc
oh! oh!
Sabes de dónde
nace mi canción?
Chuc Chuc oh! oh!
No es el ruido
de un tren,
aunque su sonido
es parecido,
el Chuc Chuc
oh! oh!
y tenga ritmo
de tambor
es pura imaginación

No es un ave cantarina,
ni el viento abrazador,
ni la ventanilla
que golpea
cuando viene
un ventarrón

Chuc Chuc
oh! oh!
es que soy de Chuco,
si señor!
Calle abajo
y por los campos
vivo
lleno de ilusión

Chuc
Chuc
oh! oh!
el amor por ésta tierra,
verde
y con olor a flor
de mi Chuco
va el canto
Chuc Chuc
oh! oh!
Que guarda la poesía
el misterio
y el don
de la palabra viva
que brota del corazón

Cuna de César Vallejo,
nuestro ilustre escritor
Chuc Chuc oh! oh!
Soy de Chuco
Sí, señor!


C.

Le atraen los niños y deja todo por ellos, quienes la rodean porque reconocen en ella el ángel que lleva.

Es un hada, una maestra genuina, una poetisa de verdad.

Cuando hay niños en un patio, en un corredor, o en un salón solo tiene ojos, oídos y atención para ellos. Se lo siente entonces despertar en la luz y vibrar.

Es su aire, su leche y su miel. Con ellos conversa, con ellos se abraza, con ellos se acompaña por la calle.

Para ellos escribe poemas. Pero también otros poemas de ensueño, como este:

Cuando me llamas Princesa
tintinean acordes
perfectos a mi oído
y Bethoven
se hace eco del silencio
en un beso
apartado por los siglos
No tengo los cabellos dorados,
Ni los cabellos largos
como el cuento,
solo soy esa Princesa
que albergas en tus sueños

Mi caballero
es poeta,
guerrero de noches largas
y soles eternos,
sigue resistiendo a los dragones
de estos bosques
de concreto

De su corazón teñido de rojo
florecen besos primaverales
y versos somnolientos.
Cabalga hasta encontrarme
todas sus existencias
conjurando el tiempo...
Hasta alcanzar decirme:
mi princesa
a ti
siempre vuelvo


D.

He aquí el prólogo que escribí para su libro “El colibrí y la luna” y que aparece en él.


ENDECHA
DE AMOR

1.

Niños, ya saben. Cuando correteen por el patio, la escalera, el jardín o la vereda, o cuando salgan al campo, recuerden que estamos pisando el plumaje, las alas y el pálpito de un colibrí enamorado.

Que fue traído aquí suavemente por la luna después de su proeza de llegar aleteando de amor hacia ella, e hizo que con su cuerpo ilusionado se cubra el planeta Tierra y la vastedad del universo. Y que ella sale cada vez y alumbra para adorarlo.

Cada textura que palpamos, cada aroma y reflejo es el cuerpo, el hálito y el sueño del colibrí.

La Tierra en donde estás en este momento, así sea que estés subido a un columpio o tendido en tu lecho, es el cuerpo y el alma del colibrí henchido de amor.

Siendo así, habitamos una tierra sagrada: las alas traslúcidas, el corazón tembloroso y el alma arrobada del colibrí. Y eso es maravilla y celebración.


2.

Pero no solo se nos muestra aquí eso, sino que vivimos en un mundo enamorado. Que cada grumo de arena y de azúcar, como los guijarros en las playas o los libros en los estantes están enamorados unos con otros, por eso están juntos.

Nos recuerda Omira en este relato algo fundamental y que no debemos olvidar nunca: que cada presencia del universo es una comunión de amor: el agua, las casas, las piedras.

Por eso, a partir de ahora, cuando caminemos por cualquier lugar, saber que pisamos las venas de quimera y tornasol del colibrí que se enamoró de la luna.

Y eso no ocurrió antes ni fue una sola vez, sino que acontece cada día, cada instante vuelve a ser así siempre: la luna asoma y extiende su manto de amor al colibrí. Y junta uno sus alas con las alas del otro extendidas en cada cosa que acariciamos.


3.

Nos muestra el cuento de Omira, que en ti, como representante de esta Tierra, vive la pasión del colibrí.

Que tú eres el colibrí, o bien la luna. Que tú palpitas como él, o como ella. Y te llenas de valor para emprender el vuelo y realizar a cabalidad tu destino.

Que te convertirás en pradera, en río, en arco iris. O en una paleta de colores que cada día hace más luminoso y fecundo el universo.

Que tienes que fortalecer tus alas. E iniciar tu viaje hacia dentro, hacia arriba, hacia abajo, o más allá de la bóveda sideral.

Si eres el colibrí subirás a la luna enamorado. Y si eres luna te inclinarás a la tierra para defenderla.


4.

Nos recuerda que no hay imposibles que valgan. Porque el colibrí afronta el imposible y lo vence.

Que no hay nadie a quien hacerle caso que nos ataje de ir tras nuestro ideal, ni siquiera las estrellas.

Que todo se logra y vence por el entusiasmo para lograr alcanzar la realización que nos proponemos conseguir:

Que hay que pretender lo sublime y superior.

Y se consigue viniendo de muy lejos y yendo hacia lo distante, incluso uniendo contrarios, opuestos y diferentes.

Y que es amor verdadero cuando es eterno. Lleno de reverencia, devoción y silencio.

Este cuento en realidad es un conjuro, porque es un reverente homenaje al amor y porque dentro hay un misterio oculto.

Sopla tu aliento en sus páginas y se realizará el amor que tú anhelas.


5.

Y lo que no debemos de olvidar ni tú ni yo, es que hay un ser en el mundo que ha nacido con un don, un halo, una magia: la de tener el alma imperecedera de niña.

Que nació con un rubí en la frente, en los ojos y en el corazón.

Porque ser niños es un ideal, una misión y hasta una utopía. Y solo porque siendo así se puede escribir esta endecha de amor.

¡Oh gracia suprema que pueda haber un alma, tierna, sensible, ilusa, capaz de ver estos lazos y asuntos que están sumidos en las sombras, y tejer estas historias que nos engrandecen!

Quiérela para siempre. Y síguela en todo lo que ella hace y escribe. Y alcánzala por donde vaya. ¡Es un ángel! o un es hada!

Danilo Sánchez Lihón
Director del Instituto del Libro y la Lectura
y de Capulí, Vallejo y su Tierra. Perú.

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