Por: Herminia Alemañy Valdez,
poeta, escritora y profesora universitaria de Puerto Rico
En el principio, los cielos y la tierra
Estaban desordenados y vacios.
Entonces, la más vieja de las viejas
Agarro su aguja y sus hilos de colores
Y comenzó a bordar.
Con puntadas rectas
separó la luz de las tinieblas,
los cielos de los océanos
y la tierra de los mares.
Llenó los cielos lumbrera.
Con el punto satinado bordo un candente sol.
Lo bordó naranja, amarillo y rojo
para que deslumbrara durante el día.
Igualmente bordo una brillante luna plateada
para que mostrara durante la noche.
Sintió la soledad de la luna
y le bordó millones de estrellas en punto de cruz.
Con el punto de contorno y las cadenetas,
habitó el mar de peces de muchos colores
y los cielos de diversas aves.
Con el deshilado creció la hierba sobre la tierra.
Con el pespunte fueron apareciendo
los seres vivientes sobre ella:
verdes sapos, grises elefantes,
blancos osos, verdiazules culebras,
perros, gatos, tigres, leones.
Bordó con un punto de festón las flores:
girasoles amarillos, rosas rojas,
orquídeas blancas, geranios fuchas.
El nudo francés le sirvió para bordar
las flores más pequeñas y los capullos.
Así, poco a poco
llenó de color la tierra y los cielos.
Contempló su creación y se regocijó.
Había acabado con todos sus hilos
cuando quiso bordar al hombre y la mujer.
Buscó hilos en el cielo,
en los océanos y en la tierra.
Sólo encontró las barbas del maíz
y con eso los bordo.
Cuando dio la última puntada
suspiró profundamente
y se alegró su corazón.
Entonces observó con sorpresa
cómo, a lo lejos
se iba formando un luminoso arco iris de cadenetas.
Los pájaros trinaron,
las mariposas revolotearon,
los peces saltaron.
La más vieja de las viejas contemplo,
nuevamente, su creación
y se regocijó.
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