viernes, 18 de abril de 2014

Un secreto...Semana dedicada a la Literatura Infantil y Juvenil. Especialista invitado Danilo Sánchez Lihón. Tercer Secreto.

LA LECTURA

SE VIVE, Y NO

SE ENSEÑA

  

Danilo Sánchez Lihón



1. Misión

sacrosanta


La lectura no se enseña sino que se vive y se comparte. ¿Podrá la escuela desprenderse, para este cometido, de su actitud formal y establecer relaciones hondas, afectivas y amicales entre maestros, niños y jóvenes a fin de prosperar en la formación de conductas lectoras auténticas? Porque la lectura nace consecuentemente como un encuentro íntimo, afectivo y personal, a la sombra de un árbol, junto al ventanal de una casa callada. O en la banca solitaria de un parque. El encuentro con ella se parece mucho al enamoramiento y al nacer de una profunda amistad.

Pero no debemos quedarnos allí sino que los maestros debemos ingeniarnos para entrar en los hogares. De alguna manera lo hacemos ahora pero del modo más pésimo, con el endoso que hacemos de las tareas escolares, asignaciones y trabajos mecánicos que los niños copian, o no entienden y detestan. Lo hacemos ahora entrando autoritariamente a apoderarnos con dureza de las mejores horas libres de los niños, con las hasta ahora omnímodas e impunes tareas escolares.

En vez de eso, ¿qué tal si un maestro se impone a sí mismo ubicar el texto que más le haya conmovido y repercutido en su vida y eso mismo busca compartirlo con los niños, imponiéndose como una misión sacrosanta alcanzar con ello a hacerlos vibrar, poniendo todo el énfasis en hacerlo comprender como si en ello se le fuera la vida?


2. Sentido

para la vida


O podemos y debemos hacerlo de otro modo. Con la lectura plena de significado, haciendo que el niño lleve el texto que más le haya impresionado y lo lea delante de todos sus compañeros en clase. ¿No estaremos con ello valorando la lectura abierta, libre y espontánea que el niño realice?

Porque la lectura la practican y la recrean muchas veces los padres con sus hijos y es bueno que aquello se incentive.

De allí que la lectura debiera tener las características de una actividad voluntaria, espontánea, amical e íntima, siempre y ojalá que alentada así, desde las aulas.

Hay que desescolarizar la lectura; pero ésta debe ser una actividad gestada desde y en la misma escuela.

En ella debe propiciarse el triunfo del libro libremente elegido en vez del libro impuesto y obligatorio.

Y dar pase a la lectura voluntaria, no la coercitiva que casi siempre resulta siendo la de los textos escolares o las separatas de los cursos, identificados como enemigos de lo que es el disfrute, el sentido para la vida y la libertad.


3. Actividad

voluntaria


Y, sobre todo, la dicha de vivir que debemos alentarla y practicarla también desde el centro educativo, evitando tomar partido por la lectura obligatoria que siempre entra en contradicción con la lectura por la alegría de ser quienes somos, abierta, viva y feliz.

Porque con la lectura el lector elabora su propio camino, traza su peculiar sendero, como urde su propio destino; su programa, código y metodología de percepción y aprehensión de la realidad. ¿Cómo entonces ha de ser ajena, impuesta y dictaminada desde afuera?

Ejerciendo así su pleno derecho de leer, su total derecho a elegir, en un acto que debe ser apenas dirigido. Con la lectura vamos tejiendo brizna por brizna un nido, el mismo que ya lo traíamos configurado dentro de nuestro ser, ya aprendido y que lo elaboramos por impulso y por instinto, y así resulta un nido propio en el cual sueño y proyecto mi progenie. Con la radio y la TV ello no es posible.

Leyendo con gozo y fruición. Descartando la vergüenza y el recelo con que todavía se mira al placer, porque ha habido o hay inhibición y un estado de culpa en relación al deleite y hasta a la felicidad.


4. Actitudes

antes que fórmulas


En la lectura, como en la educación en general, cometemos un error similar al que incurrimos en otros aspectos de la vida, cual es el de buscar fórmulas, claves o técnicas que nos expliquen y resuelvan todos los asuntos y problemas y reduzcan este ámbito a un esquema.

Y que ellas sean las que a nosotros nos liberen del trabajo de estar buscando la explicación, la práctica y el sentido –generalmente variado, vasto y profundo– que tienen los hechos fundamentales de la vida, como es la lectura.

Aquella es una manía, un vicio y hasta una deformación mental en la cual hemos caído por el influjo y dominio que ejercen en el mundo contemporáneo las técnicas que nos dan fórmulas y con ello artefactos aparentemente fascinantes y que creemos portentosos.

Todo esto ocurre así y es lamentable que la escuela se haya contagiado de esta tendencia donde pretendemos que la educación sea una máquina, pasada por la cual a los niños los recibamos, al otro lado, opuesto a aquel por donde ingresaron, como sujetos ya formados, con los conocimientos que nos permitan darlos como productos idóneos y ya acabados.


5. Contenido

transversal


Idéntica y parecida actitud se suscita y hasta se blande en torno al Plan Lector. La pregunta que se indaga es: ¿Cuál es la regla, la instrucción y la forma de hacerlo?

Más que fórmulas hay consideraciones importantes a tener en cuenta en un Plan Lector que se formule desde la escuela o la institución educativa llana y pareja, no desde el estamento administrativo ni desde la burocracia del sistema. Y una de ellas es la actitud que principalmente el profesor debe desarrollar con los niños y jóvenes a fin de motivar e incentivar a leer.

En el desarrollo de los programas de estudio, y más precisamente en el diseño curricular, se consideran algunos contenidos transversales, como son: el trabajo, ciudadanía, educación y democracia, educación y salud, educación y cuidado del medio ambiente.

Se los denomina así porque abarcan a la totalidad de los niveles y grados educativos. Y porque si se hace un corte transversal del sistema a todos implica desarrollar dichos contenidos, como cabe suponer ya que todo grado y nivel debe tener un sustento de lectura en el proceso de su desarrollo.


6. Animar

y estimular


Entre estos contenidos cabría que se tome en cuenta también a la lectura librándolo de la coerción de lo pedagógico y normativo. Y haya una libertad del docente por hacer de ella una práctica vuelta a la vida y en donde se refleje el rostro humano; muy raro y extraño de reconocer ya en la educación hoy en día. Como tal cabe que la lectura no esté confinada a ningún curso en particular ni exclusividad, sino que está vinculada a todos los cursos y sea su práctica base, eje y sustento ineludible de ser alentada por todo profesor.

Pero mucho mejor sería si lográramos extraerla de todo el engranaje que caracteriza a las diversas asignaturas, que son disciplinas reguladas y cuyas actividades están bajo un control de rendimiento y evaluación, sin subordinarla a categorías de control sino a experiencias que no restrinjan sino animen y estimulen a seguir avanzando en esos propósitos. Someter a la lectura a estos procesos sería renunciar a sus principales valores cuales son la libertad y la creatividad. Pero es más, la lectura no solo debiera ser un contenido transversal sino también longitudinal a todo el sistema educativo, abarcando la totalidad de la vida de una persona, y proyectándola más allá de la estructura formal del sistema educativo.


7. Para

vivir bien


Reconocerla así es situarla como una actividad que involucra y compromete a todos los estamentos del sistema, es oficializar el cultivo de hábitos lectores desde la escuela y dirigida hacia los niños como una corriente similar y paralela al desarrollo del currículo o del programa de estudios. Todos sabemos –maestros, comunidad, autoridades educativas– que la lectura es el medio para conocer, pensar y vivir bien. Es tan importante que no podemos dejarla en manos de los profesores de una asignatura sino comprometer a la totalidad y al conjunto, pues la lectura define lo que es un profesor, ya que todo profesor es profesor de lectura.

Porque leer es inherente al ser del hombre quien trata de encontrar el significado a los elementos de la realidad, significado a su presencia en el mundo y la vida, a la existencia que han dejado registradas muchas otras personas que ya han afrontado los retos que cada uno de nosotros hemos de afrontar, y todo eso está depositado y es el sentido de la lectura, la razón y justificación que ella tiene para la vida. De allí que no se enseña sino que se enamora uno de ella; no entra primero a su cuerpo y después la ama, sino que la ama y después tendrá sentido su cuerpo.




Danilo Sánchez Lihón
Santiago de Chuco - Perú
Escritor, Profesor Universitario
Especialista en Literatura y Comunicaciones
Cuenta con más de una docena de libros para niños, niñas y adolescentes.

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