Notas de Autor

AMANECE BONITO
Omira Bellizzio
06-01-2016

Enero es el mes de inicio, abre las puertas del nuevo año. En lo particular, es el mes que me concedió la dicha de dar vida a mis dos hijos, el 6 y el 27. Entonces, para mí enero es amanecer: a construir, guiar, visualizar, crecer, es andar nuevos caminos de luz. Enero es nacer. Bendito Dios.

El enero pasado (2015), mi hija se fue a estudiar fuera de Venezuela, unos días antes de cumplir sus 18 años. Se montó sola en un avión y en el transcurso del tiempo hasta el día de hoy, he visto su entrega, su esfuerzo y dedicación, en un idioma que no es su lengua materna perfilarse con un 3,9 de promedio sobre 4. Y entonces en su empuje y coraje, estando lejos de su familia y de su tierra, con las vicisitudes que una joven extranjera debe afrontar, no desmaya. Como madre mi sentimiento es de admiración por ella y gratitud, por las personas que le han tendido la mano.

En efecto, es una más de los tantos jóvenes y familias que han partido, por la inseguridad, por la falta de oportunidades, por la ineficiencia que vivimos, así como es una más que lleva como un broche cercano a su pecho a nuestra amada Venezuela. Pero también, estamos los que nos quedamos, porque el amor que sentimos por Venezuela, no es de quien la ama más por estar aquí o fuera de ella. El amor a Venezuela es en sí esencia y fuerza como el macizo guayanés e incontable como los granitos de arena de los Médanos de Coro. Dónde quieras que te encuentres el amor pervive.

Hoy 6 de enero cumple mi hijo menor 10 años, mi regalo de Reyes y estando aquí en mi país, con todas las situaciones destructivas que nos han arropado y que nos han convertido en algún momento en el personaje de mendigo, confío en el enero del bonito amanecer. Sí, porque confío en el amor que sentimos por esta tierra, por haber nacido nuestros hijos en ella, por ser una tierra generosa y valiente, por todas esas manos tiernas que quieren edificar una verdadera conciencia ciudadana de paz y prosperidad, día a día.

Muchos hablan del pasado y sobre el pasado, pero lejos de enfocarnos en él, nos debemos al amanecer y juntos forjar la gloria de nosotros como pueblo a contribuir: nuestra grandeza. Ser conductores de un destino social que nos dignifique. Por los que estamos, por los que han partido fuera de nuestras fronteras, con sus legítimas razones, por nuestros hijos, porque cada día: Venezuela AMANECE BONITO, como un solo tricolor, mi poema.

A mis hijos.

Amanece bonito
tras voces
que llaman a soñar.
Amanece bonito
en un pecho que se
aferra amar,
la ternura de tus manos
a creer en ti
en tu valor
y dignidad

Amanece bonito
al pervivir la verdad.
Eres cada paso firme.
Eres talismán.
Eres cauce.
Eres conciencia.
Eres raíz.
Eres arrullo
para la esperanza
somos templo de paz

Amanece bonito
cuando en el horizonte
se encuentran
caminos,
desdibujando el pasado
y edificando la memoria
del amigo,
tricolor hermanado,
gesta heroica
acunada por un himno.

Amanece bonito
la gentileza y el buen hablar,
la generosa bandera
con sus estrellas en libertad,
pasean el cielo,
surcan el mar,
los campos floridos,
buscadores de destino,
de luz, virtud
y de nuestra extraviada moral.

Amanece bonito
y quedan sendas por recorrer,
trabajar con lealtad,
a tus principios,
al compromiso
por Venezuela que es en tu pecho
bálsamo de fe,
futuro de los niños,
de un pueblo unificado
que cose las grietas
con su amor abnegado.




*
*
*



ABRAZADA EN LA INMENSIDAD DEL CIELO.
Omira Bellizzio
25-03-2015


Nací entre dos hombres maravillosos, cada uno con su personalidad, mi hermano mayor tiene el mar en sus ojos, pero el menor tiene la inmensidad del cielo. Así abrazada entre el verde azul del mar y el cielo, crecí, atesorada por el amor en tierra fértil que cultivaron en nosotros nuestros padres.

Hildebrando, cumple 40 años. A mi hermano menor, me unen muchísimas anécdotas. Por ser el menor, estuve a su lado en cada paso que daba, en cada travesura, en cada locura y ocurrencia. Su chispa, alegría y bondad son naturales en él.
El nene, un día se me acercó y me dijo muy decidido, _por favor no me llames ¨nene¨ y dile a mi papá que no lo haga tampoco, yo no soy un nene, tengo 7 años. Desde ese entonces no lo llamamos así en público. Pero es que al nene, también lo llamábamos catire, por su cabello rubio, como el oro, con unos rulos sueltos, su tez blanca y sus ojos azules, lo hacían el niño más querendón de mis amigas y ellas lo mimaban y él se dejaba mimar. Como no decirlo, a él le encantaba que lo mimaran. Al tiempo el nene y el catire, fueron sustituidos por Hildito, como lo sigo llamando.

Recuerdo a Hildito como el vigilante, estaba a mi acecho, para saber qué hacía, cómo lo hacía o qué dejaba de hacer. Le chismeaba a mi mamá o a mi papá  cuando me daba ese impulso de escribir mis poemas en los libros,  tenía esa manía a los 9 años. Obviamente que luego de eso no lo hice más.

Juntos en nuestra infancia creamos nuestro primer periódico, hacíamos obras de teatro aprovechándonos de las cortinas del balcón, grandes musicales, que la abuela María; Anita o Estilita observaban. Cuando enseñaba a bailar salsa y merengue a nuestro hermano mayor, se quedaba esperando su turno. A Hildito le encantaba pintar, pasaba horas dibujando libros para colorear. Nos gustaba ir al cine y ver películas en VHS y cuando se iba a jugar patineta con sus amigos a la calle, muchas veces se lo ocultaba a mis papás para que no lo regañaran.

Cuando de la tarea se trataba, llegaba a mi habitación, no a pedir ayuda, sino pidiendo que se la hiciera. Un día no aguante más, pero ese modo-tarea duró poco.  Era tan zalamero que volvía a reincidir, eso sí que se quedara a mi lado y entendiera, o que lo escribiera con su letra. Si por  el contrario el trabajo era a máquina, yo lo hacía, considerando que la máquina era mía, y no me gustaba que ¨nadie¨ la tocara.

Ya en la Universidad no le quedó otra opción de hacer lo suyo, y obviamente así debía ser,  pues  yo de colores, oleos, guache, trazos, Picasso, Basquiat, Monet, Dalí, no tenía la menor idea, salvo lo visto en el colegio y mi visita a los museos. Pero mi hermano Hildito llegó a lo suyo, se descubrió y sigue inmerso en su pasión. Él es licenciado en Artes Plásticas,  egresado del Instituto Universitario Armando Reverón, de Caracas. En ese universo de contrastes, luminoso y bohemio, con los mejores artistas contemporáneos del país como profesores, vivió los momentos más importantes de su vida, se formó como un creador, y hoy por hoy ama intensamente su trabajo.  

Creer que me escapé de su mundo, es falso,  después de graduado se va a vivir al extranjero e  Hildito, conocido en el ámbito artístico como ¨H¨, vuelve a pedirme un favorcito para nuestra colección.  Tuve que hacer el montaje de un par de sus obras. En una ocasión,  derretí patinetas de las que meten en las piñatas y  luego  pegarlas en una pared,  siguiendo unos estrictos lineamientos. Alrededor de 100 de ellas pegué con silicón, eso fue cuando participó en el salón Arturo Michelena en Valencia. 

Luego, con una panza de 7 meses y medio, instalé un lienzo rectangular de aproximadamente 2 metros de largo por 50 cm de alto y sostenerlos en la pared por 300 clavitos de acero  o más, para la FIA de Caracas. Los  artistas de la sala que andaban en las mismas, me miraban, se acercaban y me decían si necesitaba ayuda, pero volvía la voz de mi hermanito a mi mente,  que decía: _tienes que hacerlo tú, nadie más puede hacerlo. Fue uno de los trabajos más minuciosos que he realizado en mi vida, el espacio entre un clavo y otro clavo era mi dedo.  Lo bueno de todo fue que no me machuqué ninguno.

Hildito y yo crecimos con una complicidad que hasta hoy mantenemos. Si quieren saber mis secretos, él los conoce todos, su corazón guarda las páginas de mi vida. Cuando me casé y me fui a vivir a Valencia y viajaba a Caracas a visitar a mis padres y  a él, que aún era un estudiante universitario, muy serio me reclamaba, mi locura al manejar sola por la autopista regional del centro. Y cuando tenía que devolverme, él se montaba en mi carro y yo le decía, _dónde quieres que te deje?. _Déjame en el terminal de Valencia, te voy acompañar, para que no viajes sola. Ya en Valencia, lo dejaba en el terminal y él tomaba un autobús de vuelta a Caracas.

Mi hermano, lo veo poco, porque vive en Estados Unidos, me cumplió el sueño de ir a ver a Madonna, comprándome las entradas para el concierto, me acompañó a una exposición de Frida Kahlo guiado por él, en la ciudad de San Francisco. Mi hermano es el que no me deja dormir cuando voy a visitarlo, porque hablamos hasta que se nos cierran los ojos.  Mi hermano, es quien le dice a Sonia, su esposa, Omira va ver películas con nosotros en la cama y él en el medio de nosotras dos. 

Mi hermano, no le molestan mis gritos, ni que sea ruidosa y llorona. Recién casada me llamaba por teléfono diciéndome que extrañaba mis gritos cuando veía una película, que el apartamento donde crecimos no era igual sin un grito mío perdido, porque se me había caído un lápiz, se me rompía una uña o porque no tenía a nadie a quien asustar. Mi hermano es el que casi me rompe la columna cuando una vez fui a visitarlo de sorpresa y su abrazo fue tan fuerte que me sonaron todos los huesitos.

Mi hermano el que hoy cumple años, es una persona sensible y generosa, son de esas personas buena gente, cristalinas y respetuosas. A quien pueda ayudar, ayuda desinteresadamente, por eso será que tiene tan buenos amigos.  En ocasiones he conocido a algunos de sus compañeros de Universidad y al decir su nombre, me hablan de él como una gran persona. Como no derretirme.


Nuestro amor es eterno, en otra vida si las hay, quiero que vuelva a ser mi hermano menor, ese mismo, con el que vuelvo a ser niña y el niño cada vez que nos reencontramos. Y sorprendernos de nosotros mismos, como fue la penúltima vez que nos vimos y tuvimos que entrar a un ascensor y al cruzar nuestras miradas, nos reímos sin parar y sin importarnos quienes nos acompañaban. Esa magia que aún no perdemos fue gracias a los buenos momentos que vivimos juntos en el mejor hogar del mundo. Te amo Hildito. Feliz cumpleaños!



*
*
*



LA ESPERANZA DE UN SUSPIRO.
Omira Bellizzio
25-02-2015




Cuando llevaba a mi hijo al colegio, con la radio encendida, cantábamos, llegó el momento del avance informativo y nos quedamos los dos en silencio escuchando la noticia del día... Adolescente de 14 años muere por un disparo que provenía de un policía nacional bolivariano de 23 años....hecho siguiente más detalles del lamentable suceso ocurrido en Táchira,  que enluta a las familias venezolanas, detalles tan nefastos que mi dedo reaccionó y cambió de golpe la emisora buscando música. Entonces me sorprende la voz de mi hijo diciendo: _ no sé por qué con 9 años tengo que vivir con miedo.
Hablé un rato sobre el tema tratando de fundar seguridad y tranquilidad a sus pensamientos. No sé si lo logré.

Después de dejarlo en su colegio, mi mente atribulada pensaba en la frase de mi hijo...y me percato que vivimos una cultura de miedo, sí, esa es la realidad, miedo a que nos asalten, nos roben, nos secuestren, a no tener que comer mañana. Recuerdo a una amiga que a las 9 de la noche se encontró sin electricidad al llegar a su edificio y no pudo entrar a su apartamento porque había un carro sospechoso y terminó durmiendo donde su suegra. Miedo a salir de noche. Miedo a sacar el celular en plena calle, a tomar una foto a las colas inmensas en los mercados o farmacias porque está prohibido, a manifestar porque existe la resolución 008610 que aniquila voces.

Miedo al ver que tu sueldo, ¿cuál sueldo? No te alcanza. Miedo a enfermarte porque no consigues los medicamentos o porque dejas endeudada a tu familia si vas a una clínica privada, que es la única solución, porque si vas a un hospital público no consigues los insumos o como le pasó a mi primo: lo llevaron al quirófano y de vuelta a su cama, sus pertenencias y hasta las sábanas no estaban.
Miedo de mirar a tu alrededor con la esperanza de un suspiro tras suspiro. El miedo duele o duele el miedo. Ambas se manifiestan.

Con mis manos aferradas al volante, veo caminar a un estudiante por la acera, blue jean, camisa azul y tres cuadernos en la mano, camina paso firme a su liceo, debe tener 14 años también, como el chamo de la noticia. Está muy cerca, dirijo mi vista al liceo y en una esquina del patio se levanta una montaña  de pupitres rotos, carcomidas las maderas, oxidadas sus patas, dobladas e inservibles y me dio miedo ver ese cementerio.

Giro y allí están los muchachos camisa azul y camisa beige, conversan, sonríen, unos se estrechan la mano a su estilo. Veo en ellos, los rostros de los alumnos con los que he compartido, promoviendo la lectura. Quiero como madre un futuro digno, próspero y alegre para nuestros muchachos. Que los sueños que revolotean en sus cabezas se cumplan. Veo por el retrovisor que el chico de camisa azul traspasa la puerta del liceo.
Sigo adelante. ¿Y el miedo?, ese sigue flotando por ahí, pero la esperanza no me abandona, no nos abandona. Suspiro.

No hay comentarios.: