ROSA CERNA,
MADEJA DE ORO
Y OVILLO DE LUNA
Por: Danilo
Sánchez Lihón
“Cuando
planté rosales
coseché
siempre rosas”
Amado Nervo
1. Un destino
superior
En el
calendario de efemérides de la literatura infantil, el día 30 de agosto será
siempre fecha dedicada a Rosa Cerna Guardia, no solo porque no hay rosa más
primorosa que ella en el jardín de la palabra iluminada y hecha fiesta, encanto
y prodigio, sino porque al celebrarla recordamos exacta y cabal a esa flor mística
del amor seráfico como es Santa Rosa de Lima. Además, porque como no ocurre en
ninguna otra fecha, todas quienes se llaman así celebran el día de su santo,
así hubieran nacido en otros días, y es fiesta popular.
Como es
fiesta la obra de Rosa Cerna Guardia, de una trayectoria constante, límpida y
trascendente, que no hace mucho mereció el homenaje del Penclub Internacional y,
semanas antes, la distinción con Diploma de Honor y Medalla al Mérito, de la Asamblea Nacional
de Rectores, que se suman a los doce premios nacionales e internacionales
obtenido por esta escritora, entre otros el premio Lazarillo de España, en el
año 1968.
Es en
esencia, esta avecilla herida de ternura, maestra de niños, nacida en Huaraz,
Departamento de Ancash el 31 de julio del año 1926, actualmente en plena,
fecunda y maravillosa producción literaria. Y más que una autora de poemas y
cuentos sorprendentes y conmovedores en donde los personajes dejan el marco de
un cuadro antiguo y bajan a pasearse con nosotros, es madeja de oro y ovillo de
luna. Y quien, a partir del bosquejo de un duende hecho de un suspiro o de un
pedazo de madera, hace un duende verdadero que juega, hace travesuras y cumple
entre nosotros un destino superior.
2. Alma
alfarera
Asaltan
siempre mi memoria aquellos versos que de alguna manera la definen y
representan:
Mi voz nació
de entre las cordilleras,
de tanto
imitar el eco en las montañas,
de tanto
enhebrar el ovillo de la luna
entre sauces
y retamas.
Me viene el
canto por la paternidad del viento
la maternidad
directa del agua en los arroyos,
por la
lluvia, el trueno, el rayo y el arco iris.
También por
la hermandad del nido con mi casa
un mismo
árbol teníamos delante que avecinaba trinos
y una
población de estrellas en la noche
capaz de
recogerlas con las manos.
Por eso canto
siempre en primera voz,
no por mí
misma. Por mi tierra de origen,
tierra de
cántaros sonoros. Yo recibí por refracción
entre sus
altos hornos toda la ternura que hay en mis palabras,
me fue fácil:
sólo dejé que mi alma alfarera
copiase hacia
adentro su belleza.
3. Viento mío,
original, sereno
Más que
creadora de una literatura fantástica, tanto por recorrer esa dimensión de lo
ilusorio como por su excelente calidad, nos ha donado el bien excelso de una
forma piadosa de ver el mundo, una actitud frente a la vida, una manera de
vivir, llena de encanto, de compasión, de asombro, capaz de hacer de un orden
deleznable un instante de fina y honda trascendencia:
Traduzco mis
poemas con la escritura de las aves en el suelo.
Otras veces
con el canto.
Es mágico
este mi universo construido.
No sé si es
mejor el canto de las aves unido a mis palabras
o mis
palabras dichas en el tono de las aves.
De la
escritura sí estoy segura. Todos sus garabatos en el suelo
son mis
verdaderas traducciones.
Lo que
levanta el viento, viento mío, original, sereno, inconfundible.
Mis palabras
van siguiéndose unas a otras en vuelo continuado,
no se pierden
en el aire, las huellas dibujadas en el suelo
las orientan.
4. Me quedaría
como soy
Tampoco yo
sabría decir, por ejemplo, en qué campo es más grande la obra de Rosa: si en la
literatura o en el aula de clases. Quizá en sus garabatos, como ella los llama,
pero esta vez en la pizarra, trazos de muchas cosas, principalmente de sueños.
Presiento que
en los garabatos que ella ha ido dejando en el alma de sus niños, y como claves
de existencia. Y lo intuyo por sus cuentos, que ella misma nos narra, cómo esos
garabatos se encienden y pueden alcanzar brillos, fulguraciones y resplandores.
Sospecho que
en la educación está su obra magistral, ahora inhallable porque fue esparcida
en el tiempo y directamente al corazón de quienes fueron sus alumnos.
Y de algún
modo se ha confesado en ello, reafirmándose, al decirlo así:
Si me fuera
dado
volver a
elegir lo ya elegido,
me quedaría
como soy:
el mismo
nombre,
la misma
ternura agazapada
y este afán
de velar por los niños
ajenos
como una
lumbre en el pueblo.
5.
Revoloteando
por el
cielo azul
Y estas otras
palabras, que a continuación cito, escritas por ella en ese famoso y nunca
suficientemente leído y releído cuento titulado “La niña de las trenzas
azules”, palabras que deberían grabarse en letras de oro y colocarse como
un cartel que veamos todos los días en el dintel de toda aula de clases.
Estas
palabras fueron dichas cuando la maestra, hablando con la niña que representa a
una vendedora de pajarillos y anda por el escenario con su pajarera llena de
papeles de colores ofreciéndolos a la gente que pasa, al ver tan perfecta la
escena la maestra le dice:
Ahora sólo
hace falta que te enciendas,
que irradies,
que pongas tu alma.
Estas frases
constituyen todo un lema, una bandera y un estandarte para cada vida humana de
hoy. Debe ser un grito de guerra y de paz que nos levante, que nos eleve, que
nos vivifique.
Y tenga el
poder que tienen en el cuento, de convertir los papeles plisados y en forma de
aves, dormidas e inocentes de ingenuo origami, en impulsos fuertes de
pajarillos avecillas vivaces y pujantes en nuestras manos, posadas luego en
nuestros corazones y revoloteando por el cielo azul.
6. Abrirle nuestro
corazón
de par en par
Rosa ha sido
y es –y lo seguirá siendo toda la vida– una maestra de escuela que escribe la
mejor literatura del mundo con tizas de colores en la pizarra del salón, basada
en las historias de sus niños, en una conjugación hermosa con la tarea escolar.
Quien no
repara ni en cuánto ni en cómo le pagan, sin frustración ni queja, sino
fundamentalmente “poniendo el alma” en cada cosa que hace, dándoles a
sus hijos espirituales esperanzas, caminos, moradas permanentes donde
defenderse y desde las cuales luchar.
Hablar de
Rosa Cerna es hablar de la ternura, de aquella avecilla que anda tan transida y
asustada, sin alero donde posar y sin morada donde habitar en este mundo
desalmado como lo hemos hecho y nos afanamos todavía en agravar.
Esa avecilla
que tiene las alas plegadas porque la espantamos con nuestros gritos,
ahuyentándola y diciéndole con nuestros gestos que se vaya, que no son éstos sus
campos, ni sus tiempos ni sus dominios. Que se ha equivocado de andar por aquí,
de asomarse por estos rumbos donde le hacemos ver que no la necesitamos en
nuestras huecas y torpes existencias.
Pero ella,
convocada por Rosita, viene y ronda a nuestro lado, y aletea por nuestro
contorno. Aguarda en nuestro patio o más afuera en la puerta, con su sonrisa
que pide permiso como si fuera una intrusa.
7. Como los trigales
cuando ha llovido
¡La ternura a
quien deberíamos abrirle nuestros brazos y nuestro corazón de par en par para
aliviar el dolor de nuestras grandes heridas!
¡Y llamarla
para que viva siempre con nosotros! Y con quien deberíamos estarnos más suaves,
más quedos, más reverentes, para que no vaya a sentirse cohibida. ¡E irse para
siempre dejándonos marchitos, agostados y yertos! Y, sobre todo, sin sentido en
esta morada peligrosa y subrepticia
¡Hermana
ternura, maestra ternura, madre ternura es Rosa Cerna Guardia! Quien es capaz
de podernos decir:
Tengo el alma
abierta como los trigales
cuando ha
llovido.
No me acuerdo
del sembrío
ni del molino
que astillará en su rueda
mi caída.
Miro lo que
sale de mí tras las bandadas
de aves,
y, amo todo
lo que regresa en el aire.
El aire tiene
el don de dejarme en el pecho
la música que
rinde de ave
cuando está
herida.
8. Esa
flor
que
debemos cultivar
Pero hay, al
lado de esta, otra excelencia en Rosa Cerna: el candor, camino resbaladizo de
pisar, ¡del cual recelamos peor, y tanto!, que lo hemos tirado para siempre
ventana abajo, o lo hemos enterrado bajo capas de polvo en el desván.
O pisoteamos
cada día su cabeza para que no nazca, no aparezca y ni siquiera nos mire porque nos avergüenza.
¡Pobre candor!, tan calmo, tan sumiso y tan pródigo. ¡Y qué bueno y grandioso
sería restituirlo en nuestras vidas!
Porque el
candor –esa flor que debemos cultivar en nuestro jardín, al menos interior–
apagaría muchos incendios, aplacaría montañas de violencia, aliviaría muchos
enconos, oprobios e iniquidades.
¡El candor de
ser maestra! ¡El candor de escribir para niños! ¡El candor de no pedirle nada
ni al gobierno ni a quienes mucho la deben!
¡Porque sus
cuentos se reproducen indiscriminadamente sin que siquiera se consigne el
nombre de su autora! ¡Oh ignominia!
¡No la
robemos a pedazos! ¡Robémosla entera para hacerle una morada en nuestra alma!
9. Embajador
de la luna y las estrellas
¡El candor de
pensar siempre bien de todos! ¡El candor fuerte, profundo, potente de amar por
sobre todas las cosas! De amar a traición, incluso a tu enemigo, diría César
Vallejo a quien Rosita ama. ¡El candor de haberse quedado sola!
Hay un
personaje que puede ser símbolo de todas estas virtudes –así podríamos
llamarlas a estas presencias– en la poesía y el arte de Rosa, y ese personaje
es el espantapájaros.
Porque, ¿quién
puede ser más tierno y candoroso que un espantapájaros?
Como ella
dice, ese:
– Monarca
absoluto de todos los sembrados
– Custodio
vitalicio, sin derecho a renunciar de la lluvia, del aire, del granizo, del sol
–
Representante directo del labriego
– Embajador
de la luna y las estrellas
– Consejero y
guía de los pájaros hambrientos
– Compañero
inseparable de los árboles y de los perros
– Ministro
de agricultura.
10. A la nieve
que es
misterio
Pero hay otro
contenido quizá mucho más poderoso y hondo en Rosa Cerna Guardia, y es ¡el amor!
Empezando desde el más cercano hasta el más distante e inaccesible. Amor a los
seres del mundo que le rodean y también a los ideales más sublimes:
Amor fiel a
un amor adolescente de un joven humilde quien le ayudó a cultivar una rosa y
que la muerte un día arrebató. A ese amor se consagró fiel, virginal y que
invocaría en la muerte, porque es a él a quien piensa reencontrar.
Y yo soy.
El ave tiene.
Y la estrella da.
¿Y tú, padre mío,
en qué sitio
a qué hora
defiendes el alba
de todos los días
delante de Dios?
Y, por último,
el amor a su perrito faldero: ¡A Carbón!, que un día su padre dejó a sus pies
como un copito de lana negra. Amor a sus hermanos y a su hogar, a quien Rosa
dedica sus libros. Después: al paisaje, a la nieve que es misterio.
Y quién para
saberlo más que ella, pues nació en Huaraz frente o al pie de la blancura
inmarcesible de los nevados andinos, del Huandoy, del Alpamayo, del Huascarán.
Amor entrañable al Perú, a los niños y al ser humano en general. Amor a la
creación como señal, vestigio y obra de un ser supremo.
11. Cómo era
el mar
Ahora Rosa
Cerna Guardia vive desde hace muchos años en Barranco, a orillas del mar en una
casa rodeada de árboles, petirrojos, ardillas, zapatitos de juguete que es su
colección más preciada. Y del fervor de maestros y niños quienes son los que
más visitan su casa.
Es curioso
que entre quienes somos y hemos venido del contrafuerte andino una presencia
obsesiva haya sido y siga siendo el mar.
Yo podía
morir,
pensando en
morirme sin conocer el mar;
y ya lo
conocía de tanto mirarlo crecer
en todas las
orillas de mis sueños;
siempre su
rumor me despertaba;
pero tras las
cordilleras de mi pueblo
no lo veía
nunca.
Como es a la
vez cierto que somos muchos quienes habiendo nacido enclavados en la serranía
hemos venido a dar con nuestra vida a la orilla del mar.
Pero, ¡cuándo
lo habíamos soñado! ¿Cuántos de nosotros enclavados entre las montañas no nos
habíamos preguntado como ella, cómo era el mar?
12. Oh mar,
palabra
inacabable
Y prosigue:
Un día no
recuerdo si fue despierta o dormida
que miré
profundamente el mar.
No sé si
trasoñaba o realmente existía.
Era... es...
tenía..., ¡cómo poder decirlo!
la belleza
del cielo de mi pueblo
que yo ya no
veía,
disuelta en
agua viva
lamiéndome
los pies.
– Desde
entonces, yo muero
cada vez que
miro el mar.
¡Y era
increíble la dificultad para imaginarlo! De allí que a cada niño que venía la
costa y regresaba la pregunta a su retorno era:
– ¿Cómo es el
mar?
¡Y qué
arrebato era imaginarlo! En el caso de ella es hermoso que ahora al entrar a
sus orillas mire el cielo de su tierra natal.
Al respecto,
recuerdo otro poema de ella donde expresaba acerca del mar algo así como: ¡Oh
mar, palabra inacabable! Porque, siendo apenas de tres letras, ¿dónde termina
esta palabra?
13. Todos
los
matices
Rosa
Cerna ha creado un mundo maravilloso que se refleja en sus aproximadamente
veinte libros publicados hasta el momento, entre cuentos, poemas, relatos y
novelas. Es la escritora peruana con mayor trayectoria en la creación de libros
para niños. Y aunque su labor ha sido silenciosa, no por ello ha dejado de ser
reconocida.
El
libro por el cual es mayormente célebre es Los días de Carbón, historia
entrañable que sigue las aventuras de una niña y su perrito negro como el
carbón. La narración fluye en una trama clara y directa que va presentando la
visión de una protagonista tierna quien madura con cada suceso que le ocurre en
compañía de su perro y en íntima relación con la naturaleza y con el ambiente
en que vive. Esta obra constituye así una fidedigna expresión de los paisajes,
de los hombres, de las cosas, de las costumbres, de toda la vida de un pueblo
de la cordillera andina.
Otra obra representativa de Rosa Cerna es Una flor
de cuentos, conjunto de variados relatos amenos e interesantes, tanto para
niños y jóvenes como también para adustos. Como su nombre indica, tienen en la
belleza y la armonía su eje central. La prosa es armoniosa y delicada, lo que
hace que los relatos sean excelentes para animar un plan lector. Tiene todos
los matices: la leyenda, la fantasía, la picardía, el romance.
14. Fablillas
del pesebre
Otros títulos
de esta autora son: Los niños del Perú y sus poetas. Tataramundo, Al alcance de los niños, La
alforja del jorobado. Es autora de poemarios como Imágenes en el agua, Figuras
del tiempo, El mar y las montañas y Desde el alba.
Pero he aquí
el libro que yo más adoro de Rosa Cerna: Fablillas en el pesebre, un libro de
fe, un libro oración, un libro votivo; que nos enseña a vivir con lo humano y
divino, con lo natural y lo sagrado, con lo trascendente y lo cotidiano. Sólo
posible de ser escrito por alguien que habla a diario con Dios y quien piensa
que lo único cierto en la vida es la existencia de un creador bueno.
Rosa Cerna
nos hace presente en este libro a un Dios de amor, a un Dios de candor, a un Dios
de infinita ternura, capaz de intimidad, de hondas confidencias, de secretos
humildes, pequeños y nimios, ¡esa es la virtud!, pero a la vez extraordinarios
para nosotros. Un Dios niño.
Necesitábamos
este libro en nuestras vidas. Necesitábamos que alguien haga un lugar en
nuestra casa donde irradie un sentido nuevo y profundo de las cosas. Que una
matita de flores desde un huerto nos invada con su perfume y nos haga sonreír,
despiertos o en sueños.
15. En el centro
de lo
sagrado
Necesitábamos
un manojo de palabras llenas de fervor, un haz de luces que nos devuelva la
tranquilidad, la confianza de que todo está bien, que no hay nada que temer,
que hay que confiar. Necesitábamos una voz que nos diga que lo grave ya pasó,
que debemos tener calma. Que hay un conductor en el timón del universo. Y que
él, para mayor seguridad, ¡es un niño!, es decir un ser puro, en quien además palpita
la gracia de ser Dios.
Necesitábamos
alivio en nuestras sienes, y he aquí la razón de este libro. Necesitábamos una
mano y una voz que relaje en algo nuestras tensiones y quebrantos. Que pulse,
toque y afloje nuestros nervios.
Que alguien
muy despacio abra nuestra puerta y deje entrar la luz sin que la sintamos, sino
que nos llegue lentamente como una melodía, una paz, una calma, un rumor de
hojas y de viento nuevos. Que diga que viene por nosotros. Que está destinada,
o destinado, para cruzar con nosotros, el caudal torrentoso de la vida y de la
muerte.
Con Fablillas en el pesebre de Rosa
Cerna Guardia, se hace fácil entender y sentir lo que a veces es tan difícil y
para muchos –¡oh pesar!– hasta imposible, y ello es: Que vivimos en el centro
de lo sagrado. Y que esa maravilla y excelsitud está en lo íntimo de lo que
somos, en lo natural y cotidiano de nuestras existencias.
16. Nos enseña
a creer
A su voz se
une en este libro la de Esther Allison, que nos legó su palabra ferviente, sus
cantares, su devoción.
Quien se
dedicó a escribir acerca del brote de una hierba en el jardín, conmovida ante
una gota de lluvia que pende en lo alto del tejado.
Los
cuentos de Rosa son pequeñas joyas que acompañan muy bien a los villancicos de
Esther.
Nos donan
ambas el prodigio de la pureza, y de un manojo de sentimientos sutiles –como
esas flores en lo alto de los muros de los pueblos humildes– inocentes pero a
la vez inmarcesibles.
Por eso,
quien coja en sus manos y lea este libro se hará bueno, sino es para siempre,
al menos por un momento, lo cual es ya bastante.
Porque nos
enseña a creer en algo inmenso y absoluto, aunque pequeño y tierno.
Nos guía a
confiar más y mejor; pero sobre todo, a vivir iluminados por la gracia y el
milagro del amor.
17. Desborda
cariño
Rosa
Cerna Guardia logra, desde muy temprano en su obra, separarse de la literatura
infantil reincidente en los relatos saturados de exotismo, propios de la literatura
infantil tradicional.
Presenta
así niños y niñas muy cercanos a la realidad del lector común: la casa paterna,
las mascotas, los sentimientos hacia la familia y hacia los amigos.
Y
esto, sin necesidad de caer en la crudeza que muchos autores realistas buscan inclusive
como objetivo.
Sin
embargo, esta vuelta hacia al mundo inmediato no significa que la autora pierda
la fantasía en su obra, sino muy al contrario, lo innovador en ella es que su
prosa hace de una actividad cotidiana, como puede ser alimentar a una mascota, una
aventura llena de sentimientos asumidos con dulzura, divagación y éxtasis, muy
propios de la literatura infantil.
Sus
descripciones desbordan cariño hacia el paisaje del lar originario, hacia la
persona confidente, a los primeros sentimientos complejos que siente el ser
humano en su infancia.
18. Siempre atenta
al
mañana
En
cuanto a los temas, debemos de señalar tres muy predominantes en su obra: la
solidaridad, la comprensión y la inclusión.
La
solidaridad, quizás el tema más recurrente en la obra de Rosa Cerna, se
desarrolla significando la unión en el nivel sentimental y anímico entre seres
muy diferentes e incluso antagónicos.
Esta
unión se logra a través de la coincidencia de sentimientos entre los
personajes, quienes encuentran armonía entre ambos gracias a este
descubrimiento.
El
segundo tema, la comprensión, se entrelaza siempre con el primero: el niño debe
hallar en el otro extraño y diferente una identidad tan valiosa como la suya.
En este proceso, la autora ubica también el tercer tema: la inclusión.
Y
es que Rosa Cerna propone mundos utópicos que los niños pueden ansiar a través
de sus páginas y poner en práctica en su realidad cotidiana.
Quizás
en esto aflora su actitud de maestra, siempre atenta al mañana de los niños que
a ella acuden.
19.
Mujer
de la
ternura suprema
Rosa, quien
bajó desde las altas montañas y pudo finalmente llegar al mar, a quien le dice:
Acaricio en tus
ojos
la forma de los
peces
y todo lo marino
que acontece en ti,
las grutas que la
esponja cala bajo el agua
el incesante ruido
con que se mece el mar.
La nevada espuma
que golpea las riberas
y la remota
estrella reflejada en tu ser.
Creo que ese
mar es su propia perfección y su propia infinitud.
Nada mejor
para ilustrar todo lo dicho en relación con Rosa Cerna Guardia, lo que ella
misma nos expresa en el pórtico de Los días de Carbón, con lo cual quiero finalizar
esta nota de adhesión plena a su ejemplo de artista y de maestra.
Y creo también que estas son las palabras
emblemáticas para toda la vida y obra de esta poetisa de la vida, esta
decantadora de los sentimientos más sutiles del alma humana, esta mujer de la
ternura suprema...
20. El rozar
de unas alas
…Es en estas
palabras en donde encuentro el secreto de su mensaje, la imagen y la metáfora
profunda de su existencia, espejo de lo que ella es espiritualmente, cuando nos
habla:
Poseo como
nadie, la imagen del ave que un día murió en mis manos. Me ha quedado para toda
la vida su último temblor y sus suspiros. Es como una huella que llevo; por
ella, todos podrán reconocerme como la mujer que tiene en su mano una cicatriz
embellecida por la semilla del trigo que, teniéndola en el pico, no alcanzó a
tragar.
Llevo esa
semilla dentro de mí como si llevara un secreto muy hondo por hermoso y
querido.
Su corazón ya
sin palpitación, está unido a mis latidos y sus ojos me miran a través de todos
los árboles que miro.
A veces
cuando estoy triste pienso en ella.
Su alma que
vivió en los cielos me hace sentir la frescura del aire que rozó sus alas;
entonces, recuerdo que llevo este secreto y me siento feliz
No hay comentarios.:
Publicar un comentario